Relatos

El estancamiento: de cómo un hombre se convirtió en garrapata

16/03/2015
inicio de La Metamorfosis

Tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó la mañana que cumplía cuarenta años. Estaba echado de espaldas sobre sus sábanas de Star Wars y, al alzar la cabeza, vio su abultado vientre asomando por debajo de una camiseta de Eroski dos tallas más pequeña. Enseguida notó una tremenda resaca y sintió que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Sus tripas hacían un ruido mayor al normal, agitándose sin concierto.

—¿Qué ocurrió anoche?

Su habitación tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa estaban desparramados unos cuantos cigarros, fuera del cenicero, sobre su demanda de empleo sin renovar —Samsa era desempleado de larga duración; en realidad, nunca había sido otra cosa—, y de la pared colgaba una fotografía de la contraportada del As, justo enfrente de su cama. Mostraba a una mujer con una bufanda de fútbol que cubría sus pechos desnudos, y que, muy erguida, esgrimía un balón para ocultar su sexo.

Gregorio miró la fotografía; siempre le proporcionaba la alegría suficiente para levantarse de buen humor, pero ese día solo le hizo sentir una gran melancolía.

«Bueno —pensó—; ¿y si siguiese durmiendo un rato, a ver si se me va este dolor de cabeza?». Pero no era posible. Gregorio acababa de recordar la bronca con su padre de la noche anterior, y eso ya no le permitió conciliar el sueño. Por más que se esforzara, volvía a ver la cara desencajada de su padre y a oír sus burradas. Intentó en vano cambiar de postura numerosas veces; cerró los ojos para forzar que la imaginación creara imágenes más agradables. Su malestar no cesó hasta que le vino una arcada y descargó en la papelera de al lado.

—¡Qué día más malo ha elegido! —se dijo—. Una mudanza no puede hacerse así, deprisa y corriendo, por no hablar de las molestias que les voy a causar a ellos: poner la casa patas arriba y que tengan que prestarme dinero que, seguro, no será suficiente ni para un motel de mala muerte. Más barato les salgo aquí, eso está claro. ¡Al diablo con todo! Ya le haré entrar en razón luego.

Sintió una nueva punzada de dolor en la cabeza. Vio que sobre la mesita le esperaba un vaso de agua y la milagrosa pastilla para aliviarle la resaca. Su madre sí que le comprendía.

—Estoy atontado por madrugar —se dijo—. No he dormido lo suficiente. ¿Por qué se queja tanto? Hay hijos que viven mucho mejor. Cuando a media noche regreso del bar, me los encuentro ya durmiendo y tengo que andar a oscuras y sin hacer ruido, por miedo a que se enfade. Si él hiciese lo mismo… Pero no, cuando se va a trabajar enciende todas las luces y no para de hablar; nunca respeta mi sueño, joder. Si no fuese por mi madre, hace tiempo que me hubiese marchado, pero no puedo hacerle eso a la pobre… Cuántas veces le hubiera dicho a mi padre todo lo que pienso. Se caería de culo si le dijera que el problema de esta casa no soy yo sino él, y que mi madre sufriría más con mi ausencia que con la suya. Pero todavía no he perdido la esperanza de que cambie su comportamiento. Como vuelva a sacarme el tema, ¡el día de mi cumpleaños!, me va a oír. Bueno; pero ahora lo que tengo que hacer es dormir: todavía son las once.

Los Insectos comunes versionan La metamorfosis

Podéis encontrar otras versiones del inicio de La metamorfosis, de Kafka en los siguientes enlaces:

inicio de La Metamorfosis

 

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