LA PRINCESA PROMETIDA, de William Goldman (1973)
Sí, lo reconozco: de pequeña no vi La princesa prometida. Podéis acusarme de no tener infancia, pero es que, ya por entonces, el título me sonaba tan cursi que nunca quise verla.
Gran error, lo sé. Ha sido a estas alturas de mi vida cuando he leído la novela y he quedado totalmente prendada. Tras su lectura saldé mi cuenta infantil viendo la película. Y aunque sea divertida y recomendable, no es más que una versión resumida (y más infantil) del libro, y queda muy por debajo de este.
¿Por qué me encantó el libro de La princesa prometida?
La novela de William Goldman es una auténtica gozada. Pocas veces me lo he pasado tan bien con un libro. Es divertidísimo y trepidante. Y, además de todo eso, un ejemplo narrativo. Porque Goldman no se limita a contarnos las aventuras de Westley y Buttercup, sino que de forma paralela nos confiesa que descubrió esta novela durante su infancia y que en realidad fue escrita por S. Morgenstern, por lo que su versión no es más que un compendio, escribiéndola tal y como se la narró su padre, que le ahorraba las partes más aburridas.
De este modo, tenemos dos historias en una. Por un lado, la de la princesa prometida y, por otro, en forma de incisos a pie de página, la del Goldman niño y todo lo que sintió mientras leía este, su libro favorito. Incluso se permite la licencia de hacer spoilers del cuento que está interrumpiendo. Y lejos de estropear la historia, la hace más intensa y cercana. Nos metemos en la piel de aquel niño que sufría con el devenir de los personajes.
Haré una segunda confesión: Goldman me la coló por completo. Sí, me creí a pies juntillas que la autoría de la novela era de ese tal S. Morgenstern. Por eso, desde aquí mi ovación a William Goldman, por su uso magistral de este recurso literario y por la originalidad de su narración, que convierte a La princesa prometida en mucho más que una aventura de princesas y caballeros. Pero es que aunque lo fuera, quedaría igualmente en el recuerdo gracias a sus entrañables secundarios. A Iñigo Montoya y Fezzik, villanos convertidos en héroes, se les coge cariño tras un par de frases.
¿Es La princesa prometida una historia para todos los públicos?
Ojo, el propio escritor advierte que no es una historia para niños, porque los buenos no siempre ganan. Una verdad difícil de digerir para un infante, pero que a todos nos hubiera venido bien que nos la contaran pronto. Así que sí: La princesa prometida es una lectura para todas las edades.
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