No todas las lecturas son iguales. Unas nos hacen pasar un buen rato y otras nos fascinan, quedándose en nuestra memoria para siempre. Eso me pasó hace poco con Las madres negras, la novela con la que descubrí a la escritora Patricia Esteban Erlés. Mi conexión con esta historia fue inmediata porque algunos de sus personajes y lugares me recordaron a mi propia novela. Patricia Esteban Erlés y yo compartimos obsesiones literarias y el gusto por la prosa cuidada, por eso sé que será un referente para mí a partir de ahora. De ahí que haya decidido que sea mi escritora de realismo mágico homenajeada en el mes de mayo, dentro de la iniciativa #UnAñoDeAutoras. Estoy segura de que en cuanto la conozcáis, correréis a leer alguno de sus libros.
BIOGRAFÍA
Patricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972) es profesora y columnista en Heraldo de Aragón. Ha publicado tres libros de cuentos. El primero de ellos, Manderley en venta (2008), obtuvo el Premio de Narración Breve de la Universidad de Zaragoza en 2007 y fue seleccionado en el V Premio Setenil. Su segundo libro, Abierto para fantoches (2008), ganó el XXII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal. En 2010 publica su tercer libro de cuentos, Azul ruso, en la Editorial Páginas de Espuma, que también estuvo seleccionado como uno de los candidatos al Premio Setenil. Ese mismo año obtuvo el primer premio del concurso de microrrelatos organizado por la Revista Eñe. En 2012 publicó su primer libro de microcuentos, Casa de Muñecas, también en la editorial Páginas de Espuma.
Varios de sus cuentos han sido antologados en volúmenes temáticos como Vivo o muerto (2008), Perturbaciones (2009) o 22 escarabajos (Páginas de Espuma, 2009), y en antologías como Pequeñas Resistencias 5: Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2010), Madrid Negro (Siruela, 2016).
En 2017 ganó el Premio Dos Passos con su primera novela, Las madres negras.
ENTREVISTA A PATRICIA ESTEBAN ERLÉS

Fotografía hecha por Beatriz Pitarch.
TRAYECTORIA
¿Cómo y cuándo nació tu vocación literaria?
Desde muy pequeña me atrapó esa posibilidad de vivir otras vidas, de inventarlas para otros, que es al final la literatura. Tengo un recuerdo mío de cuando era muy niña, paseando sola por el patio del recreo del colegio, contándome un cuento en voz baja para entretenerme. Es curioso cómo ese instante ha quedado fijo en mi mente para siempre. Una mañana húmeda, una niña con bata de colegiala recorriendo el pequeño jardín y tarareando una cancioncilla que narraba una historia.
¿Cómo decidiste dedicarte a la literatura?
En realidad no lo he decidido nunca. He ido escribiendo al margen de mi trabajo como profesora y esa doble vida me gusta mucho. Decidí presentarme a concursos que implicaban cierto reconocimiento o la publicación de la obra para acceder a una mayor visibilidad, pero no creo que cambie o que sea más intensa la felicidad y la necesidad de contar ahora que cuando lo hacía simplemente para mí.
Has publicado varios libros de cuentos y una novela. Háblanos de cada uno de ellos y de qué han significado en tu evolución como escritora.
Me fascina la narrativa breve desde siempre, como lectora he disfrutado mucho simplemente al avanzar en ese universo intenso, completo, que es un buen relato. Como filóloga, un cuento te permite desentrañar el mecanismo de precisión que sabe usar el autor para tirarte de las solapas y sumergirte en la trama, haciéndote comprender todo lo que no se dice, recuperar los vacíos significativos para completar el sentido. Creo que eso me llevó a probar como autora. Fui escribiendo relatos que casi siempre tenían que ver con el extrañamiento que produce en mí lo cotidiano. En ese tiempo hice algunos cursos de escritura creativa y conseguí reunir un par de decenas de cuentos que me gustaban. Los distribuí en dos libros distintos, intentando buscar un nexo entre ellos. Manderley en venta es un libro de interiores, de historias que pasan de puertas para adentro. Traiciones, separaciones, secretos de familia… todo eso ocurre en las casas que desde el propio título de esta obra tienen importancia. Ganó un premio y fue editado en 2008.
Mi segundo libro también fue galardonado en un certamen que fue publicado en el mismo año. En Abierto para fantoches incluí sobre todo textos en los que aparecían seres difuminados, fantasmas, personajes en los que me dio por pensar al recordar a todos esos reales que forman parte de nuestro día a día y se van evaporando de nuestras vidas como por ensalmo. Una extraña mujer que llega a un edificio y cambia para siempre la existencia de otra, un príncipe azul que se convierte en real porque una joven simplemente necesita enamorarse de alguien así, una chica poco agraciada que confía en el amor que puede surgir a través de un ordenador… Estos dos títulos me permitieron publicar el tercer libro en la editorial del cuento en España, Páginas de Espuma, un sueño para cualquier autor de narrativa breve. Azul ruso, publicado en 2010, es un libro de tonalidad nostálgica, marcado por el simbolismo de ese color en la pintura y la literatura, también en la música. Son relatos que fui escribiendo en un año muy difícil desde el punto de vista personal, con el convencimiento de que la tristeza es una emoción necesaria en la vida y en los libros, un capítulo que debe abordarse y que posee su propia y misteriosa belleza.
De ahí salté a otro género apasionante y muy complejo, el microcuento, y en 2012 vio la luz Casa de Muñecas, un volumen maravillosamente ilustrado por Sara Morante en el que trabajamos muy a gusto para dar vida a una serie de criaturas extrañas e hipnóticas, las muñecas que a ambas nos fascinaban. Es un libro bellísimo en el que Sara ofreció su propia lectura de mis textos en sus dibujos y en el que las dos queríamos evidenciar el papel pasivo que se ha impuesto a la mujer en la sociedad. Su confinamiento en un ámbito doméstico, la esclavitud de la apariencia física, su reflejo en la figura estática y siempre perfecta de la muñeca son temas que aparecen recurrentemente en las cien piezas breves que componen este libro.
Mientras acababa de corregir Casa de Muñecas ya estaba embarcada en un proyecto de novela que finalmente no pude acabar. Los libros son así, a veces te abandonan, no permiten que los escribas, y debí abandonar aquella historia que no se dejaba terminar. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. Las madres negras, la novela que finalmente pude abordar y que acabo de publicar en Galaxia Gutenberg tras ganar el IV Premio Dos Passos a la primera novela, surgió casi del tirón, mientras leía el prólogo a La maldición de Hill House, de Shirley Jackson, editada por Valdemar. En ese estudio introductorio se mencionaba la importancia que tenían para Jackson las casas, una obsesión que comparto con ella porque no entiendo las historias sin el espacio como parte activa en ellas, como creador de la atmósfera precisa de cada una. El autor del prólogo traía a colación en ese sentido la extraña leyenda de un edificio real, la casa Winchester, una mansión en la que la viuda del heredero de la famosa fábrica de armas se encerró a la muerte de su esposo, convencida de que le perseguía la desgracia por todas las vidas que habían sido robadas a indios y soldados a causa de los disparos del rifle de repetición Winchester.
La pobre Sarah pasó el resto de su vida ampliando la estructura original de la casa, cuando le parecía que los espectros vengativos la habían encontrado. Cuarenta años de reforma inmobiliaria, de ampliación de alas, pabellones, plantas, que dieron lugar a una arquitectura imposible, laberíntica. De ahí brotó la inspiración para mi Santa Vela, una mansión convertida en orfanato que aparece en Las madres negras. Creo que esta novela puede definirse como una fábula sobre la lucha del Bien y el Mal, un recordatorio de cualquier sociedad en la que el poder es ejercido desde el abuso y la negligencia. También como un homenaje a la literatura en el que recuerdo a muchos de los autores y autoras que han sido determinantes para mí.
Hasta el momento habías publicado libros de cuentos, ¿qué te ha llevado a dar el salto a la novela?
No creo que haya dado un salto. Cuando pienso en el relato lo hago desde el convencimiento de que es un género complejo, apasionante, que nunca dejaré de respetar ni cultivar. No veo el cuento como un entrenamiento para el futuro novelista, sino como un molde autónomo que cuesta dominar. Creo que más bien, al escribir Las madres negras, he abierto otra puerta de la misma casa y que la habitación que hay al otro lado es más grande.
La mayoría de tus obras han sido galardonadas. Según tu experiencia, ¿los premios literarios son la mejor opción para que los autores noveles se abran paso en el mundo editorial?
Sin duda. Yo no vi otro camino cuando empecé en un mundo en el que no conocía a nadie ni sabía exactamente cómo se hacía eso de publicar. Por otro lado, el hecho de que te elija un jurado, compuesto por autores o críticos, supone un reconocimiento que también anima mucho. A mí al menos me ha servido de aliciente que formaran parte de los jurados que seleccionaban mis textos escritores admirados y periodistas especializados en crítica literaria.

Fotografía hecha por Beatriz Pitarch.
PROCESO CREATIVO
¿Sueles hacer escaleta antes de ponerte a escribir o te dejas llevar?
No, soy un desastre cuando me intento imponer un plan de acción. Más bien tiendo a la escritura fragmentaria. En ocasiones intuyo que esas historias inconexas pueden irse conectando entre sí, de forma misteriosa. Me gusta esa sensación de estar componiendo un puzzle a ciegas, con los ojos vendados.
Tu prosa es muy elaborada, bella y oscura a la vez. ¿A qué le das más importancia: a lo que cuentas o a cómo lo cuentas?
Al cómo, sin duda. Siempre he pensado que hay cuatro o cinco grandes temas que son los que nos interesan como seres humanos y como autores. Solo el lenguaje, la forma en que tejemos esas historias, nos permite ser distintos, contar nuestra historia de un modo vedado a los demás.
¿Tu proceso creativo es distinto según te enfrentes a un cuento o a una novela?
No. Tiemblo de miedo y expectación cuando empiezo cualquier historia. Y por favor, que no deje de pasarme nunca. No sé cuando escribo si voy a llegar al final. Es adictivo creer tanto y dudar tanto a la vez.
¿Qué criterios sigues a la hora de seleccionar los cuentos que incluyes en un libro?
Intento que no se muerdan entre sí, que se lleven bien entre ellos, que generen la sensación de que forman parte de una misma familia y se parecen los unos a los otros.
¿Cómo afrontas el proceso de corrección y cuánto tiempo le dedicas?
Con pavor. Procuro marcharme a una cafetería cercana a mi casa y establecer horas concretas para tramos de corrección que cumplo como una penitente. Intento acabar cuanto antes con esa lectura a menudo demoledora, que te arranca de cuajo la estúpida ilusión de que tu texto es perfecto. Es horrible pero a la vez en ese proceso tan devastador sueles encontrar caminos que no veías en la primera escritura, palabras que no aparecieron entonces. Es una lectura más lúcida y a menudo siento que el texto ha ganado mucho al hacerla.
¿Tienes lectores cero?
Sí, dos amigas a las que nunca podré agradecerles lo suficiente que reciban mis manuscritos con tanto entusiasmo. Me aportan una visión fresca, externa, no contaminada como la mía. Cuando escribo estoy demasiado metida en la foto como para percibir algunos errores de encuadre.
Dicen que todos los autores tienen temas recurrentes, ¿cuáles son los tuyos?
La monstruosidad como concepto mutante, las relaciones humanas, la locura, la infancia, la crueldad…

Fotografía hecha por Beatriz Pitarch.
VISIBILIZACIÓN
¿Has sufrido alguna vez el síndrome del impostor? Si es así, ¿cómo lo superaste?
Pues no, de hecho no conocía que existía este síndrome y lo he tenido que buscar en Google. Y me gustaría fingir que lo he padecido porque tiene su glamour, pero no viene a cuento hacerlo.
¿Crees que las mujeres sufrimos el síndrome del impostor en mayor medida que nuestros compañeros de oficio?
Creo que la presión para superar el listón que cada cual es capaz de saltar debe de ser siempre un condicionante para los que escribimos. No creo que ese parámetro, que entiendo como una especie de fobia personal, que nace del interior de una autora o de un autor, esté condicionado por el hecho de ser mujer u hombre. Me temo que en ese sentido es muy democrático, si pienso en escritores y escritoras que lo han sufrido.
En la época estudiantil, apenas se mencionan nombres y obras de escritoras y, según datos estadísticos, el 67 % de los autopublicados son mujeres, mientras que el 68 % de las publicaciones de las editoriales tradicionales están escritas por hombres. Tras todos estos años dentro del mundo editorial, ¿has percibido alguna vez esa desigualdad literaria? ¿Qué cambios opinas que serían necesarios para alcanzar una igualdad real?
Yo creo que he tenido mucha suerte, porque he podido publicar en estupendas editoriales de cuento como Tropo o Páginas de Espuma y en una gran editorial de novelas como Galaxia Gutenberg. No he sentido nunca la discriminación en ese sentido, pero sería una ilusa si no reflexionara al respecto y viera, por ejemplo, la exigua cantidad de mujeres que han ganado premios de prestigio y no solo comerciales, como el Nacional de Literatura o el de la Crítica. O si pasara por alto, como profesora, que solo el 7 % de los autores que aparecen en los libros de texto de ESO y Bachillerato son mujeres. Siempre me llama la atención cuando participo en una antología, por ejemplo, de cuento fantástico, los pocos nombres femeninos que se cuelan, cuando me consta que hay muchas escritoras excepcionales dentro del género.
¿Qué consejo le darías a una escritora que acaba de iniciarse en el mundo literario?
Que nunca se rinda, que disfrute del camino sin dejarse vencer por el desánimo.

Fotografía hecha por Beatriz Pitarch.
REALISMO MÁGICO
En tu obra, mezclas elementos realistas y fantásticos. ¿Qué crees que aporta la fantasía a estas historias?
Una perspectiva, la posibilidad de mostrar el extrañamiento ante lo real gracias a ese componente insólito, inesperado. La realidad es rarísima y a veces necesitamos aportar esa nota de lo extraño, lo grotesco, lo fantasioso, para explicarla mejor.
Al leer tu novela, Las madres negras, vi muchos toques de realismo mágico. ¿Te sientes identificada con este género? ¿En qué género catalogarías tu literatura si no?
Me encanta que se note ese legado que seguramente adquirí como lectora entusiasta de los grandes autores hispanoamericanos. Carpentier, García Márquez, Rulfo, Bombal… Me fascina su solvencia a la hora de utilizar elementos de la realidad y la fantasía para crear un mundo propio, perfectamente definido y diferenciado de los fabulados por otros autores. La exuberancia barroca de El reino de este mundo, la maravilla inagotable de Macondo, el misterio sombrío de Luvina o el universo femenino, delicado, mágico, con el que María Luisa Bombal se explicaba su identidad… Supieron crear y usar un modo de narrar con el que he aprendido mucho, por supuesto.
Crees que la etiqueta de realismo mágico, en particular, y de la fantasía, en general, cierra puertas en la literatura adulta? ¿Por qué?
Creo que la entrada en la ficción de la fantasía sigue viéndose en muchas ocasiones como un elemento que resta lectores, que obliga a las editoriales a establecer colecciones específicas o a ponerle ese molesto apellido, «de género» a títulos que son literatura, sin más. Me niego a aceptar que el hecho de que una obra contenga elementos fantásticos, sean del tipo que sean, supone un lastre, una tara en su difusión y en la recepción que de ella hacen los lectores. En la literatura española siempre ha pesado esa caracterización realista que parece desdeñar la irrupción de temas relacionados con lo extraño, lo siniestro, lo maravilloso. Una pena, porque incluso los grandes autores realistas del XIX, Galdós o Pardo Bazán, entre ellos, cultivaron esos elementos en narraciones breves o en novelas.
LAS MADRES NEGRAS
¿Cuáles han sido tus fuentes de inspiración para escribir Las madres negras?
Las grandes damas de lo fantástico. Shirley Jackson, Daphne du Maurier, Cristina Fernández Cubas, maestras en el arte de crear atmósferas perturbadoras en espacios domésticos. Autores como Poe (cuyo relato, William Wilson, contiene la descripción de un internado gótico que es reflejo a su vez del propio cerebro atormentado del protagonista, su doble arquitectónico podría decirse) o Bradbury (tan sensorial en sus descripciones) , Ana María Matute ( en su tratamiento de la infancia como lugar poco feliz del que con suerte se sale al crecer)… Hay muchos homenajes en esta novela, más o menos explícitos, incluido uno al extraño relato ambientado en los Monegros que escribió García Márquez y que está incluido en sus Doce cuentos peregrinos.
En la novela, hay muchas voces: la de las huérfanas, la del propio convento y hasta la de Dios. ¿Por qué elegiste este enfoque caleidoscópico tan particular?
Porque quería que se conociera a todos los personajes que van a parar a ese palacio del horror que es Santa Vela. Yo necesitaba escuchar sus voces, saber de dónde venían, qué extraño azar había hecho posible que se cruzaran sus historias. Solo así podía seguir contándolas.
En Las madres negras se enfrentan el fanatismo y el conocimiento, la inocencia y la crueldad. ¿Qué representa cada personaje en ese universo femenino asfixiante que has creado?
Creo que hay trazada una línea clara y a cada lado de esa línea quedan unos personajes y otros. Unos representan la inocencia, la pureza, la indefensión. Otros la amargura que da la experiencia, la maldad a veces aprendida en esa experiencia, el poder que se ejerce sin control ni responsabilidad. El Bien, el Mal, la blancura de las madres que intentan inculcar el conocimiento a las niñas huérfanas, salvarlas, la negrura de esa turba de mujeres fanáticas que lo destruyen todo por culpa de un amor equivocado. Las pequeñas a las que el destino lleva caprichosamente a un lugar atroz. El jefe supremo que está aburrido de su inmortalidad. Los padres que desean una vida mejor para sus hijas. La hermana que acaba con la esperanza de esa vida solo porque así se lo manda su Dios. La libertad de la chica que crece en el bosque. La obsesión del médico que quiere ser Dios. Creo que hay infinidad de dualidades que pueden irse colocando en un bando o en otro de esta historia acerca de las dos caras, la luminosa y la sombría, que contiene cada ser humano en su interior.
¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?
Estoy ya trabajando en una novela sobre los desaparecidos, esas personas que un día salen de su casa camino del trabajo o de la escuela y nunca más regresan. Me parece uno de los grandes enigmas de nuestro tiempo.
UN TOQUE PERSONAL
Autora o autor preferido.
Qué difícil. Diré autora y autor. Silvina Ocampo. Capote.
Tus tres libros favoritos.
Bella del Señor, Música para camaleones, La furia.
Defínete como escritora en tres palabras.
Obsesiva, obsesiva, obsesiva.
Defínete como persona en tres palabras.
Vehemente, curiosa, optimista.
¿Qué es para ti la literatura?
La mejor fiesta a la que he sido invitada. Y la más larga, no se acaba nunca.
¿Qué sueño te queda por cumplir en la escritura?
Ninguno, cada día me doy cuenta de que la escritura me ha brindado algo con lo que no contaba. Es una amante absorbente pero generosa.
¿Tienes sitio web?
No, mi blog murió de inanición, fagocitado por las redes sociales.
¿En qué redes sociales pueden encontrarte los lectores?
Muchísimas gracias, Patricia Esteban Erlés, por tu predisposición y amabilidad. Ha sido un placer contar contigo en #UnAñoDeAutoras.
¿Habéis leído a Patricia Esteban Erlés?
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