Hay autores que son reacios a contratar a un corrector de textos. Unos, porque temen que borren su impronta; otros, porque sienten que contratarlo es reconocer que ellos no lo han hecho lo suficientemente bien. Luego están los que piensan que las tarifas son demasiado caras, por lo que asumen ellos mismos la tarea de corrección o piden ayuda a amigos que leen mucho y escriben muy bien, creyendo que eso bastará para eliminar todos los errores del texto.
Si tú tienes alguno de estos prejuicios, es que realmente desconoces en qué consiste la labor del corrector o, quizá, has tenido una mala experiencia con alguno poco profesional.
El trabajo invisible del corrector de textos
A los correctores de textos nos cuesta hacernos valer.
El trabajo de corrección solo se nota cuando no está: faltas ortográficas que nos sacan de la historia; frases incomprensibles, por más veces que las leamos; rayas de diálogos mal puestas, que nos hacen perder el hilo; líneas viudas y huérfanas, que se cargan una preciosa maquetación… Pero, cuando una corrección está bien hecha, es invisible: todo está donde debe estar, no hay nada que enturbie la lectura.
Corrección de textos: paso ineludible para una edición de calidad
Hay editoriales que alardean de ser serias y, sin embargo, prescinden de los servicios de un corrector profesional. O, al menos, eso me parece, pues cada vez leo más libros donde proliferan erratas evidentes, de esas que hasta el autocorrector del Word sería capaz de identificar con acierto. Y, ¡qué casualidad!, suelen pertenecer al mismo grupo editorial. Cuando les he ofrecido mis servicios, me han despachado diciendo que era una utopía pretender que un libro saliera sin erratas.
¡Claro que es una utopía, desgraciadamente! Siempre quedará un error agazapado en cualquier línea, por más ojos que revisen el texto, pero tanto las editoriales como los escritores autopublicados están en la obligación de poner todos los medios a su alcance para evitarlo y no dar la batalla por perdida de antemano.
Me consta que muchos prefieren invertir en una portada bonita, que aumente las ventas, y ahorrarse la corrección. Al fin y al cabo, para cuando el lector se dé cuenta de que el texto está plagado de faltas, su dinero ya estará en el bolsillo del editor o del autopublicado de turno. Para mí, prescindir de los servicios de corrección es una falta de respeto hacia los lectores.
Cualquier texto publicado ha de pasar antes por un corrector de textos profesional. Pero no dejes tu obra en manos de cualquiera, asegúrate de que sea un corrector de textos de calidad.
Claves para reconocer a un buen corrector de textos
Tarifas visibles
Ya he comentado que el precio es una de las razones que hace que la gente no se anime a contratar a un corrector profesional. Quizá, por ello, muchos correctores no publican sus tarifas y prefieren negociarlas con cada cliente por privado. Pero eso tiene un peligro: puede que te cruces con algún listillo que se aproveche de tu desconocimiento sobre el mundo de la corrección y te time como a un guiri en un chiringuito de playa.
Conozco el caso de un escritor que fue incapaz de encontrar tarifas de correctores y contrató al primero que se topó. Este le cobró un precio astronómico por la corrección ortotipográfica de su novela, y el escritor, que solo deseaba publicar con la mayor calidad posible, lo pagó sin rechistar. Eso sí, cuando vio el resultado, se echó las manos a la cabeza. Pero el corrector, que no había facilitado dato alguno ni tenía sitio web o dirección donde ser localizado, desapareció sin asumir responsabilidades.
Yo sí tengo mis tarifas publicadas, aunque es cierto que estas pueden variar si el nivel de intervención en el texto o las exigencias del autor son superiores a lo habitual, cuestiones que, en todo caso, han de ponerse sobre la mesa desde el principio.
Información detallada antes de empezar
Cuando quieras contratar a un corrector de textos, debes facilitarle la información que necesite para realizar el presupuesto: desde la extensión de tu obra hasta una muestra de esta para que compruebe el nivel de intervención que requiere el texto y el tiempo que necesitará para llevarla a cabo. Pero tú también debes solicitarle ciertos datos desde el primer momento, para que después no haya sorpresas desagradables:
- Que te concrete si su tarifa es por palabras, páginas o matrices (número total de caracteres con espacios incluidos). Lo más frecuente es fijar un precio cada 1000 matrices, pero yo prefiero cada 2100, ya que esta medida suele corresponderse con una página de texto estándar.
- Que te confirme si está disponible en las fechas que le indicas. La edición de un libro se comprende de varias fases, por lo que debes saber cuánto tiempo invertirá el corrector en su tarea. Solo así te asegurarás de que todo se desarrolle según lo planificado, o casi (que se cumplan todos los plazos en un proceso donde participan tantas personas es también utópico, pero no por ello hay que dejar de intentarlo).
Incluso cuando se dispone de mucho margen de maniobra, es aconsejable marcar unos plazos de entrega periódicos para comprobar que el corrector está haciendo su trabajo. Si no, se corre el riesgo de que llegue la fecha tope, el trabajo no esté acabado y tengas que buscarte a otro que haga toda la faena en tiempo récord. Y eso no es agradable ni para ti ni para el corrector despedido (aunque se lo haya ganado), ni siquiera para el corrector recién contratado. Créeme: he sido esa correctora que ha de resolver el entuerto contra reloj, y trabajar bajo tanta presión no es la mejor manera de llevar a cabo esta labor. - Que te asegure que expedirá y te entregará la factura por los servicios realizados. Ya sé que es muy goloso ahorrarse el 21 % de IVA, pero cumplir la legalidad es una muestra de responsabilidad y evita problemas futuros. Por ejemplo, no tener con qué reclamar si no quedas satisfecho. O peor aún: una visita de Hacienda.
Transparencia en el proceso
¿Te acuerdas de ese escritor del que te he hablado, el que pagó un pastizal por la corrección de su novela? Pues resulta que el supuesto corrector le devolvió el texto sin un documento aparte que explicara el trabajo realizado ni marcas de corrección en el manuscrito que el escritor pudiera revisar para saber qué cambios había hecho. De ahí que el resultado no fuera bueno. ¡A saber qué hizo!, si es que hizo algo…
Como siempre digo, el autor es quien tiene la última palabra en la corrección, por lo que es imprescindible que sepa qué cambios se han efectuado en su texto y los valide o rechace. Cuando colaboro con editoriales o con particulares, especifico qué tipo de cambios he aplicado, qué criterios de unificación he establecido, qué fuentes he consultado para resolver dudas, etcétera. Y dejo comentarios en aquellas partes del texto que me suscitan dudas, preguntándole al autor qué quería expresar realmente, antes de aplicar un tipo de cambio u otro. Y siempre, siempre, siempre, ya sea con editoriales o con particulares, trabajo con el control de cambios de Word activado, para que puedan supervisar cada inserción o eliminación y dar su visto bueno o no.
Retroalimentación
Para mí es esencial que el cliente quede satisfecho, y para ello es indispensable comunicarme con él. Sobre todo en la corrección de estilo, la subjetividad del corrector juega un papel importante y, por tanto, los cambios efectuados no son inamovibles. Eso sí, es necesario que confíes en tu corrector. ¿De qué sirve que lo contrates si le vas a llevar la contraria en todo? Cada uno de sus cambios debe estar justificado, al igual que cada una de tus discrepancias.
Siempre les digo a mis clientes que revisen la corrección y me comenten los cambios que no vean claros o que no consideren oportunos. Ellos me exponen sus razones y yo les explicó por qué lo cambié y, tras la retroalimentación, se decide qué hacer en cada caso. Solo así, ambos podemos sentirnos satisfechos con el resultado. Incluso cuando el cliente rechaza cambios, no importa: yo he cumplido con mi deber de explicarle por qué eran recomendables, pero es su texto y él tiene la última palabra.
Las ventajas de contratar a un buen corrector de textos
La corrección de estilo y la ortotipográfica son controles de calidad ineludibles. Solo cuando trabajes con un buen corrector de textos y compruebes el minucioso trabajo que desempeña y que tanto contribuye a mejorar tu obra, te convencerás de que ni mucho menos es un servicio caro.
Así que te animo a investigar tarifas, a solicitar presupuestos, a pedir correcciones de prueba para ver los métodos de trabajo de cada profesional. De esta forma, comprobarás si son tarifas razonables, si te transmiten confianza y si trabajan con calidad.
¿Se te ocurre alguna clave más para reconocer a un buen corrector de textos?

¿Quieres leer Las semillas del rencor?
Escondido entre montañas, Pesinistra es un pueblo hostil incapaz de sacudirse los prejuicios. De Elisa dicen que lleva el demonio dentro por el color de su pelo. Ella no está dispuesta a tolerar su desprecio y se marcha a la gran ciudad. Pero allí no encuentra un futuro mejor y regresa al pueblo, donde solo le queda la mala vida que le vaticinaron.
Armada con el odio que han sembrado en ella, hará un juramento que sellará el destino de sus descendientes y de Pesinistra.
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2 Comments
Muy interesante. Y esa editorial que te dijo que publicar un libro sin erratas era una una utopía supongo que debe de ser una de esas editoriales que se toman muy poco en serio.
Últimamente me estoy volcando (ahora que económicamente estoy algo mejor) en apoyar a pequeñas editoriales, además de poner un poquito de dinero en otros proyectos independientes. Los libros y revistas que han pasado por mis manos de la mayor parte de esos editores tienen muy pocas erratas y eso significa calidad. Aunque luego el libro o revista no te termine de convencer, sabes que hay gente detrás que pretende trabajar de la forma más profesional posible.
Si el corrector no dedica el tiempo necesario o trabaja bajo presión, se puede escapar algo, pero se nota muchísimo cuando hay alguien detrás y es bueno en lo que hace. Y estamos hablando de los errores ortográficos y tipográficos. Cuando ya nos metemos en errores de estilo, la cosa se nota muchísimo más. Considero que un buen corrector puede hacer que una obra con potencial gane muchos puntos.
Manejo textos con contenido formativo y me encuentro con barbaridades. Se nota muchísimo el bagaje cultural y lector de los autores y es, en ocasiones y por desgracia, bastante pobre. Se nota una falta de vocabulario que repercute negativamente en la riqueza y matices del texto, por no hablar de las, muchas veces, escasa capacidad de claridad y de síntesis. Si en textos donde la pretensión es hacerse comprender la necesidad de un corrector es evidente, mucho más lo es en un texto literario donde el número de páginas es mucho mayor y hay una clara intención de “enamorar” al lector y sumergirlo en una historia.
En la madurez de un autor se encuentra ese trabajo de precisión y de corrección continua. Es un aprendizaje necesario. Pero si uno no es capaz de corregir el propio texto y quiere que llegue a otras personas que pagarán por leerlo, entonces no está de más pagar también a alguien para que lo haga. Por otro lado, considero que hay muchos autores que escriben simplemente por probar suerte y tampoco tienen recursos para que alguien corrija y revise su texto. Son gente muy joven que no se pueden permitir algo así.
También me he encontrado con autores que han pagado porque les corrijan, y no poco, y luego han obtenido un resultado penoso. Si tienes dinero o no tienes la capacidad de hacerlo tú, desde luego que recomendaría invertir en un corrector. Se nota, y mucho. Tú, además, eres de las buenas. Espero tener la oportunidad alguna vez de recomendarte. ¡Un abrazo!
¿Y qué contesto yo ahora a tu disertación tan completa?
Como dices, se nota cuando escritor y editor se toman en serio su trabajo. Un texto poco trabajado complica mucho la lectura, que el lector comprenda el contenido o se enamore de la historia. Yo también creo que los escritores deben aprender corrección, que es parte de su trabajo, pero los ojos de un profesional siguen siendo necesarios porque siempre se escapa algo, es inevitable. Pero como bien has expuesto, no todos se lo pueden permitir. En ese caso, en mi opinión, la publicación también debería esperar. Debemos respetar al lector, que reciba la calidad por la que paga. Si tu libro aún no está listo, es mejor esperar a que lo esté antes de exponerlo al mundo, o en el futuro podrías arrepentirte.
P. D.: Yo también espero que me recomiendes alguna vez, je, je.
Saludos.
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