Escribir bien

Redundancias, posesivos y demás villanos de la liga del capitán Obvio

14/10/2020

Es probable que, cuando recibas por primera vez tu texto corregido, te lleves un susto. ¿Por qué aparecen tantas palabras tachadas? ¡Hasta frases enteras! No es que la correctora haya arrasado con todo aquello que no le gustaba, sino que la pobre se ha enfrentado al Capitán Obvio, que había invadido tu prosa, y la batalla ha sido cruenta.

El Capitán Obvio se apodera de ti mientras escribes, y lo peor es que no lo hace solo. Igual que los Vengadores, se ha montado su propia liga de las obviedades, pero, en lugar de salvar el mundo, pretende arruinar tu prosa colando palabras innecesarias. Las muy puñeteras se propagan de tal manera que, en ocasiones, ocupan más del 20 % del texto sin que te des cuenta. Pero voy a desvelar las identidades de estos villanos para que acabes con ellos.

La liga de las obviedades del Capitán Obvio (obvio)

Te presento al líder, el Capitán Obvio. Imagen de Pablo Stancey.

Capitán Obvio

Capitán Obvio, el líder de estos villanos, se encarga de que trates a los lectores como si fueran tontos para que se harten de ti. Veamos algunos ejemplos.

Se levantó de la silla en la que estaba sentado.

Se levantó de la silla.

Obvio, ¿no? ¿Cómo va a levantarse de una silla en la que no esté sentado?

En la habitación en la que estaban, había dos mesas y un armario.

En la habitación, había dos mesas y un armario.

Si lo personajes están en una habitación, es obvio que describes esa y no la del vecino.

La tocó con la mano.

La tocó.

A ver, que la puede tocar con un pie, y en ese caso será imprescindible que lo especifiques. Pero lo normal es tocar con la mano, por lo que es innecesario puntualizarlo.

A veces, explicar lo evidente crea mensajes tan raros como este.

Posesivos y partes del cuerpo

Si es obvio que tocas con la mano, aún lo es más que tocas con TU mano. Sin embargo, es habitual que, al hablar de partes del cuerpo, se usen los posesivos.

Levantó su mano.

Me duele mucho mi pie.

Y es un error. Quizá se deba a la influencia anglosajona, puesto que en inglés se utiliza el posesivo con las partes del cuerpo. Sin embargo, en castellano, lo correcto es usar los artículos.

Levantó la mano.

Me duele mucho el pie.

Los mismo ocurre con los objetos.

Le di un sorbo a mi café mientras ella iba a por unas pastas.

Lo perturbador sería que le dieras el sorbo al de ella, aprovechando su ausencia. Pero si eres una persona normal y bebes de tu taza, no es necesario que lo dejes claro con el posesivo.

Le di un sorbo al café mientras ella iba a por unas pastas.

Verbos innecesarios

Los secuaces más numerosos del Capitán Obvio son los verbos innecesarios. Ya te hablé de unos cuantos en mi lista de verbos barro, pero hay más. Por su culpa, tu texto está plagado de todas y cada una de las acciones de los personajes, por evidentes que sean.

Se acercó a ella y la abrazó.

La abrazó.

Obvio. ¿Acaso es posible dar un abrazo sin acercarse?

Se acercó a la puerta y abrió la puerta.

Abrió la puerta.

Doblemente obvio. En este ejemplo se alían la información obvia y el verbo innecesario. Te sorprendería la cantidad de veces que me encuentro frases así, en las que se concreta quién hace qué y con qué toooodo el tiempo, subestimando la capacidad de comprensión de los lectores hasta cotas insultantes.

Es evidente que, si se acerca a la puerta, no abre la ventana. Y también que para abrir la puerta hay que acercarse a ella, a no ser que tenga mando a distancia. Si no pasa algo significativo mientras se acerca, ahórrate mencionarlo. Y lo mismo pasa con el resto de acciones que se sobreentienden. No cuentes cada uno de los movimientos de los personajes, solo los relevantes. Ritmo, ritmo.

A domicilio y con pintura, por si lo dudabas.

—Pepe, tenemos que hablar —dijo Pepa, mirándolo.

Esta es otra de las obviedades más frecuentes: especificar que los personajes se miran. No sé tú, pero yo suelo mirar a la gente con la que hablo, se llama buena educación. Si la persona es tímida, está incómoda, esconde algo o se distrae, es probable que no mire a su interlocutor. En esos casos, sí hay que mostrar por qué: indiferencia, nerviosismo, etc. Pero, en la mayoría de los casos, es obvio que la gente se mira, no es necesario repetirlo, una y otra vez, en los incisos de los diálogos.

Redundancias

La redundancia es la repetición inútil de un concepto, pues ya se sobreentiende con el resto de las palabras de la frase. ¿Es lo mismo que un pleonasmo? No, pero eso ya te lo explica maravillosamente mi compañera Marian Ruiz en el artículo Entre la redundancia y el pleonasmo, así que yo me centraré en los ejemplos de redundancias que me encuentro más a menudo.

Echó un vistazo rápido a la sala.

Vistazo: Mirada superficial o ligera.

RAE

Si un vistazo no fuera rápido, no se llamaría vistazo.  

Cerró los puños.

Puño: Mano cerrada.

RAE

Si no está cerrado, no es un puño. Lo adecuado es:

Apretó los puños.

Hay verbos que no parecen tan obvios.

Se remangó las mangas y se puso a trabajar.

Remangar: Levantar, recoger hacia arriba las mangas o la ropa.

RAE

Es cierto que no se remangan solo las mangas, pero es lo primero que se piensa al oír ese verbo. Por tanto, en ese caso, es mejor no concretar, no solo porque suene redundante, sino por la cacofonía (repetición exagerada de un mismo sonido en una frase).

Se remangó y se puso a trabajar.

Los ejemplos de redundancias son infinitos.

Congeniaron bien desde el primer día.

Congeniar: Avenirse con otra persona por tener genio, carácter o inclinaciones coincidentes.

RAE

Congeniaron desde el primer día.

Se congenia o no se congenia, pero, como manifiesta la definición anterior, decir que se ha congeniado bien es redundante.

Observa atentamente la imagen.

Observar: Examinar atentamente.

RAE

Observa la imagen.

Si no se hace atentamente, no es observar, sino mirar, echar un vistazo o cualquier otra acción similar.

Escúchame con atención, por favor.

Escuchar: Prestar atención a lo que se oye.

RAE

Escúchame, por favor.

Ocurre lo mismo que en el caso anterior: si se presta atención, obviamente, se escucha. Si no, sería oír. No son sinónimos, sino palabras con diferentes matices.

Pasó la noche en aquel banco y se quedó aterido de frío.

Aterir: Pasmar de frío.

RAE

Pasó la noche en aquel banco y se quedó aterido.

Uno solo puede aterirse de frío, por lo que la coletilla es innecesaria.

Dio un pequeño brinco.

Brinco: Movimiento que se hace levantando los pies del suelo con ligereza.

RAE

Dio un brinco.

Si no fuera pequeño, no sería brinco, sino salto.

Vino hacia mí dando zancadas largas.

Zancada: Paso largo que se da con movimiento acelerado o por tener las piernas largas.

RAE

Vino hacia mí dando zancadas.

Si no es larga, no es zancada, sino paso.

Se sobresaltó repentinamente al oír los gritos.

Sobresalto: Sensación que proviene de un acontecimiento repentino o imprevisto.

RAE

Se sobresaltó al oír los gritos.

El sobresalto, por definición, es repentino.

Estaba tan enfadado que cerró la puerta de un portazo.

Portazo: Golpe recio que se da con una puerta.

RAE

Estaba tan enfadado que cerró de un portazo.

De nuevo, doble redundancia: si se da un portazo, es evidente que se cierra una puerta y que se hace con fuerza.

En resumen: para acabar con las redundancias, cuando uses un adjetivo o adverbio, asegúrate de que no va implícito en el sustantivo o verbo que acompañan.

Adjetivos innecesarios

Si piensas en adjetivos innecesarios, seguramente te vengan a la cabeza los epítetos, es decir, adjetivos que denotan una cualidad prototípica del sustantivo.

Blanca nieve.

Verde valle.

Cuando alguien dice nieve, enseguida la imaginas blanca, y lo mismo pasa con el valle: lo normal es que sea verde, por lo que es innecesario decirlo. Los adjetivos siempre deben aportar algo, si no, son prescindibles en la mayoría de ocasiones.

Pero hay otros adjetivos que no solo resultan obvios, sino contraproducentes.

Sufrió una terrible violación.

No sé qué pasa, pero la palabra «violación» siempre aparece acompañada de adjetivos como «terrible», «brutal» o «salvaje». ¿Acaso hay alguna que no lo sea? Las palabras que aluden a algo horrible no necesitan adornos para transmitir su crudeza, se bastan ellas solas.

Macabro descuartizamiento.

Asesino desalmado.

Sé implacable con la liga de las obviedades

Ahora que conoces a los villanos de la liga las obviedades, espero que estés atento para que no se apoderen de tu texto. Tu correctora te lo agradecerá y, cuando recibas la corrección, los tachones serán muchos menos.

Además de las redundancias, los posesivos con las partes del cuerpo y los adjetivos y verbos innecesarios, ¿se te ocurren más obviedades?

¿Quieres leer Las semillas del rencor?

Escondido entre montañas, Pesinistra es un pueblo hostil incapaz de sacudirse los prejuicios. De Elisa dicen que lleva el demonio dentro por el color de su pelo. Ella no está dispuesta a tolerar su desprecio y se marcha a la gran ciudad. Pero allí no encuentra un futuro mejor y regresa al pueblo, donde solo le queda la mala vida que le vaticinaron.

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2 Comments

  • Responder Arnool 17/07/2022 at 12:46 pm

    Me encanta el humor con el que das tantos buenos consejos, es el ingrediente preciso para que la letra, con una sonrisa entre. Me siento tan identificado con algunas, varias, muchas de las muletillas que (el algodón y el buscador de Word no engañan) pueblan mis escritos que no sé cómo agradecerte tu trabajo. ¿Un sencillo gracias basta? Gracias.

    Como es el caso de los posesivos, en concreto, «me», que se ha convertido en una pandemia de proporciones preocupantes. De nuevo el buscador de Word me saca los colores y corrijo, le di6 la vuelta a las frases y le digo adiós a diálogos de los que mi ego se resiste a desprenderse. ¿Tienes algún post dedicado a esta patología?

    Abrazos, y gracias por tu tiempo.
    Arnool

    • Responder Esther Magar 03/10/2022 at 7:52 pm

      ¿A la patología del “me” o a qué te refieres? Si no lo tengo, tu sugerencia puede inspirarme nuevos artículos.

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